Despertarse en Roncesvalles, cuando empiezas a escuchar los primeros movimientos de peregrinos, que a oscuras deciden emprender la marcha para ver amanecer mientras caminan, es una sensación indescriptible. De júbilo, de nerviosismo, de miedo y excitación al mismo tiempo, sobre todo en esta primera etapa del Camino, donde todo es desconocido.

Tras poco más de 20 km, llegaremos a Zubiri, final de la jornada de Camino, en donde nos alojaremos en un albergue precioso. Se trata de El Palo del Avellano, una antigua casa típica de la zona, cuidadosamente restaurada en el año 2009.

Cuando vi por primera vez El Palo del Avellano, viajé a años atrás, cuando conocimos a Pablito, un señor que crea con sus manos bastones para los peregrinos que le visitan y les enseña cómo utilizarlo. Tuvimos suerte de conocerle en una de nuestras peregrinaciones, de estar un rato en su casa, escuchar sus historias, ir con él para que nos mostrara las estelas que guarda, y en un lugar especial de nuestro hogar, tenemos el bastón que me regaló, y con el que me enseñó a caminar apoyándome en él.

Así que cuando vimos un albergue con este nombre tan especial, mis ojos se abrieron como platos y me salió una sonrisa de lo más profundo de mi corazón. Y ya, cuando vimos el jardín de la parte de detrás… nos enamoramos de este lugar tan especial.

¡Ah!, y está muy cerca del río Arga, en el que podrás refrescar tus pies cansados, tumbarte en la orilla, o incluso bañarte, mientras contemplas el hermoso Puente de la Rabia.

Entre la orilla del río y el jardín de nuestro albergue, iremos deshaciendo nudos internos y tejiendo nuevas formas de estar en la vida y de relacionarte. Allí tendrán lugar las sesiones individuales y las sesiones grupales, buscando espacios con los que, con mucho mimo, podamos ir siguiendo nuestro camino interior.