He ido hoy a correr con mi hija, 10 minutitos. Yo iba midiendo mis fuerzas, cuidando mi energía; lenta pero segura, unos metros caminando, los otros al trote ligero. Ella corría, con esa fuerza, con ese brío que da la juventud de sus 16 años. Y me adelantaba, una y otra vez, cogía fuerzas y me adelantaba.
Y de eso van los ciclos de la vida, ¿no?
A mis 48 años, soy consciente de que sí o sí ya ha pasado la mitad de mi vida. No sé si la segunda parte será tan larga como la primera, pero seguro que la primera parte ya ha pasado. Y ya hace tiempo que vengo sintiéndome, escuchándome cómo quiero que sea esta segunda mitad de mi vida. Hace tiempo que siento que no tengo tanta energía como antes, que necesito medir más en qué voy a usarla, que necesito más calma, más serenidad, más quietud. Y ahí voy, escuchándome, aunque a veces se me olvida… Que hasta ahora ha sido tiempo de crecer, de subir hacia arriba, de caminar hacia el exterior de la espiral y que ya estoy en el camino de vuelta hacia el interior; ese lugar donde las fuerzas menguan, y donde aparece otro tipo de crecimiento más hacia el interior.
Espero saber disfrutar de esta segunda mitad, de mi madurez, con eso con madurez, con sabiduría y saber disfrutar de lo que hay, saborearlo, sin demasiadas exigencias…
Y volviendo a mi hija… ha sido hermoso verla correr, adelantarme y volverme a adelantar, y ver la sonrisa que aparecía en su rostro al hacerlo.
Como dice Mercedes Sosa en su canción “Gracias a la vida, que me ha dado tanto”.